Pocas veces tantos fueron honrados con tan poco…
Bien se podría decir que Vigo es una ciudad de agua y piedra. De agua porque el mar ha sido su origen y la fuente de su prosperidad; de piedra, porque la abundancia de este material –básicamente en forma de granito- y la maestría de los artesanos que la trabajaban le dieron a buena parte de la ciudad ese aspecto sólido y a la vez estilizado que es una de sus principales señas de identidad, principalmente en el Casco Vello y las zonas próximas al mismo.
Los profesionales del mar, por su indudable peso en la generación de riqueza, tienen varios reconocimientos en forma de monumentos en distintos puntos de la ciudad. Hemos sido, sin embargo, mas cicateros con los cientos de canteros que, a golpe de maza y martillo, han fijado la imagen de buena parte del casco urbano más céntrico. Posiblemente esta situación fue la que llevó al que durante buena parte de la según mitad del siglo pasado fue el escultor oficial de la ciudad de Vigo, Silvino Silva, a plantearse un reconocimiento a este gremio, del que formaba parte su abuelo, figura central en su formación profesional y artística.
Simbolismo
El pequeño monumento, de apenas un metro y medio de altura, se encuentra desde los años ochenta del pasado siglo en el interior del Castillo del Castro. Como no podía ser de otra manera está realizado en granito y, en la línea de este escultor, cargado de elementos simbólicos que hacen referencia a la labor de los canteiros. Así, en el mismo se acumulan referencias a elementos castreños, edificaciones modernas o conjuntos megalíticos, que sugieren la continuidad del granito como elemento referencial de la cultura gallega. En la parte derecha inferior del conjunto se integran escalonadamente varias herramientas características del gremio: punteiros, martillón, cicel…
Pero sin duda uno de los elementos más singulares del pequeño conjunto son dos textos referidos a la labor de este gremio, uno de ellos en gallego y el otro, más extenso, en arxina, la jerga que utilizaban sus miembros como medio de protección de sus conocimientos y habilidades frente a los no iniciados.
El primero de los textos, situado en el lateral derecho del conjunto dice: “Canteiros de pico non morre rico. De cotás, quizáis quizaís”. O pico e o cotás son dos herramientas. El pico era empleado habitualmente por canteros contratados, en tanto que el cotás era más propio de los que trabajaban por su cuenta.
El texto en el “latín de los canteros” se encuentra simulando un rollo en la parte baja del monumento y en el se puede leer (hoy en día con dificultad porque la pintura empleada para realzar el texto casi ha desaparecido con el paso del tiempo): “Arxinas xaboucos, morcanxos e jurrios, valrantes do verbo. Nas moutas e velandíos murriando xido e andias arrías da Galleira, as sibas”. Pocos podrían entenderlo cuando fue erigido el monumento, y menos lo podrán hacer hoy en día porque este tesoro filológico que es la arxina prácticamente ha desaparecido al mismo ritmo que lo han hecho los viejos maestros del oficio; para que no nos quedemos con la duda, esta es su traducción: “Canteros viejos y jóvenes, hablantes del verbo –el lenguaje- en los montes y pueblos trabajando bien y con importancia las piedras de Galicia, las casas”.