La Oliva; tengamos el combate en paz.
Tiene esta calle un cierto aire fronterizo, casi de trinchera ya que, aunque hoy muy atenuado por una mayor capacidad de convivencia de ambos contendientes, no deja de pervivir en ella la tensión que supone que uno de sus laterales esté ocupado por la Concatedral viguesa y el otro albergue a alguno de los locales de ocio con mayor tradición en nuestra ciudad.
El caso es que esta calle, que antaño fue conocida con el beligerante nombre de “Calle del Castillo”, que luego mudó al actual -cargado de simbolismo pacifista- , sigue siendo una de las más importantes y mejor trazadas del interior del Casco Vello de la ciudad olívica, denominación que nació, en buena medida aquí mismo. Y es que aunque los olivos fueron prácticamente erradicados en Galicia hace cuatro siglos, lo cierto es que se trataba de un árbol con importante presencia en el sur de Pontevedra. Un ejemplar de esta especie estuvo situado tradicionalmente en el atrio de la iglesia de Santa María como muestra de esta vinculación del olivo con la ciudad y cuando se decidió retirarlo de este emplazamiento se tomó un esqueje del que surgió el ejemplar que hoy luce en el paseo de Alfonso . Muy recientemente se acordó volver a colocar un olivo en el emplazamiento de la plaza de la Iglesia, en la esquina con la calle que nos ocupa hoy; el tiempo dirá si su presencia se vuelve a consolidar o no pasará de un efímero reflejo de esta pequeña intrahistoria de la ciudad.
Con olivo o no, el caso es que esta calle siempre fue testigo de buena parte de los acontecimientos de la ciudad, antes de su expansión en el siglo XIX. A la ya comentada presencia de la Colegiata habría que sumar la presencia en el otro extremo de la calle del Pazo de los Valladares, que acogió buena parte de los “eventos” sociales de la ciudad desde su construcción en el siglo XVII hasta su decaimiento y casi abandono en el siglo XX, situación que parece que se va a superar próximamente ya que en su solar, y respetando los notables valores arquitectónicos de lo que se ha conservado del edificio, está prevista la construcción de un complejo de ocio y residencial. No se recuperará, en cualquier caso, el conocido como Arco de la Marquesa, un anexo que uno de los miembros de la familia Valladares decidió construir para unir el solar principal de su casa con varias propiedades que habían adquirido enfrente. Fue durante décadas uno de los elementos más singulares de la arquitectura del Casco Vello (algo similar a lo que hoy es el arco que enlaza la plaza de la Princesa con Joaquín Yáñez), pero se derribó en 1898 para poder ampliar la calle y favorecer el tráfico en la misma.