La mujer de las palomas
Picasso pintó a la mujer con palomas. En el barrio viejo vigués hay al menos dos mujeres de los gatos, por ponerle un título literario a su devoción animalista, y una mujer de las palomas que no tiene quien la pinte. No sabemos el nombre ni la historia de esa mujer que, día tras día ya hace muchos años, convierte a su llegada el atrio de la iglesia Colegiata en un totum revolutum de palomas y gaviotas. Se podría decir que ya hay palomas que tienen incrustrada en su memoria genética la hora en que llega y la esperan minutos antes por los alerones de los tejados colindantes para bajar en picado cuando entra en la Praza da Igrexa. Pero no sabemos su nombre ni su historia porque la mujer se siente amenazada por la posibilidad de incurrir en actividades molestas e insalubres, y actúa con una celeridad propia de los tiempos de la clandestinidad franquista. ¿Qué pasaría a la mujer si la forzaran a abandonar esto que da sentido a su vida? ¿Qué sería de las palomas con el ADN programado para su espera?
Texto: Fernando Franco
Fotografía: Javier Teniente