“La Iniciadora”: algo más que un baño

 

¡Bañarse en el mar en lo que hoy son las dársenas del  puerto!  Pocos vigueses podríamos imaginar que esto haya sido posible en algún momento, pero lo cierto es que en la villa marinera del Vigo de finales del  XIX y principios del XX era una actividad habitual ( dentro de los límites sociales y morales que marcaban la época).

“La Iniciadora” se convirtió en punto de encuentro de la sociedad viguesa del finales del siglo XIX.

Una de las zonas preferidas para estos baños era una pequeña dársena arenosa situada a los pies de dos de los baluartes que formaban la muralla viguesa,  hacia la zona de A Laxe -y por tanto en pleno Casco Vello de Vigo-, por lo que era conocida como la playa de “Las Baterías”.

Baños sulfurosos

Tan popular llegó a ser el baño en esta zona que, aprovechando el tirón que Vigo tenía en verano para muchas personas del interior de Galicia, surgieron varias iniciativas para sumarse a la moda europea de las “Casas de Baños”. O sea, que no bastaba con ir a remojarse y refrescarse a la orilla del mar: como dicen los marquetinianos de ahora había que “enriquecer la experiencia” y fruto de este deseo se construyeron en las playas cercanas a Vigo varias de estas casas de baños en las que los clientes tenían la posibilidad de disfrutar  del mar en zonas más protegidas de las inclemencias o, incluso, alquilar una habitación con bañera hasta las que se bombeaba el agua de mar o realizar algún otro tipo de tratamiento termal como los “baños sulfurosos”.

Situación de “La Iniciadora”, en la parte inferior derecha de la fotografía.

El nombre que se dio a este equipamiento del Casco Vello, el primero que se instaló en Vigo,  fue el de “La Iniciadora”, y gracias a la calidad de sus instalaciones se convirtió desde su inauguración en 1876 en un punto de encuentro de la “buena sociedad” viguesa. Se trataba, siguiendo el esquema general de estas dotaciones,  de un edificio construido en forma de U sobre las aguas de la rías, apoyado en columnas, como si se tratase de un palafito. La entrada se encontraba  en la misma calle Real, bajando por unas escaleras que atravesaban las antiguas murallas. Al agua se accedía a través de una pasarela y una escalinata. Durante su primera época contaba con 75 habitaciones, doce de ellas dotada de bañera de mármol, así como una gran zona de descanso, con restaurante, sala de lectura y hasta un piano que amenizaba las veladas de los usuarios. Esta primera estructura se tuvo que desmantelar a principios del siglo XX cuando se construyó la calle Cánovas del Castillo, para enlazar a Laxe con el Berbés. Finalizadas estas obras el impulsor de “La Iniciadora”, Cándido Soto, volvió a retomar la actividad en 1904 en un nuevo edificio realizado a partir de un proyecto de Jenaro de la Fuente. El edificio contaba ahora con dos pisos, uno de ellos destinado a Hotel; se accedía por Canovas de Castillo o Teófilo Llorente, y tenía una vistosa fachada de ladrillo de estilo mudéjar. Desgraciadamente, y como otras edificaciones de la época no sobrevivió al bum del desarrollismo de los años sesenta y fue demolido.

Fachada neomudéjar del establecimiento en su segunda época.
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