La iluminación eléctrica cumple 120 años en Vigo
Pasado mañana, 22 de diciembre, se conmemorará el 120 aniversario de la llegada de la luz eléctrica a las calles de Vigo, un acontecimiento del que fue testigo principal el Casco Vello, ya que una de los puntos elegidos para aplicar esta “novedad” en la época fue la Plaza de la Constitución, el corazón de esta zona de la ciudad. Las primeras lámparas también iluminaron la cercana Puerta del Sol y, según el testimonio recogido por el cronista José María Alvarez Blázquez en su obra “La Ciudad y los Días”, en ambos puntos se había concentrado una multitud deseosa de participar de lo que sin duda fue un hecho transcendental para la ciudad.
La empresa que hizo posible este acontecimiento en vísperas de la Navidad de 1896 fue la “Sociedad para el alumbrado y calefacción de Coruña y Vigo”, que empleo para ello –según recoge el cronista vigués- “dos motores sistema Otto de 30 caballos que accionaban dos dinamos de corriente continua de 250 voltios y 120 amperes”.
Habían transcurrido veinte años desde que Thomas Alba Edison hubiese desarrollado el filamento incandescente, base de la iluminación eléctrica. Esta era ya algo habitual –aunque no generalizado- en algunas viviendas de la ciudad. El pionero en este avance había sido el prolífico e inquieto ciudadano D. Antonio López de Neira, que llegaría a ser alcalde de la ciudad. En 1880 encargó en París el equipo necesario para iluminar su domicilio con este sistema, que se convirtió, según recoge una crónica de la época en una auténtica atracción para la sociedad de la época. “El miércoles por la noche se probó en casa del Señor López de Neira la luz eléctrica que para mayor lucimiento de las próximas fiestas del Santísimo había encargado a París dicho señor”. La proverbial naturalidad y amable deferencia del Señor Neira fue causa para que muchos de sus amigos se personasen en la rica morada y deliciosa huerta a presenciar los efectos luminosos del aparato, el cual funcionó bien, llevando la luz a larga distancia, y que al reflejarse en las galerías y casas del Placer de afuera, produjo agradable impresión entre las personas que inesperadamente se vieron inundadas por una claridad tan intensa como la del sol, aunque de meláncolico reflejo como la luz de la luna”.