La Falperra: clásica, popular… pero reciente
Disponer de agua en abundancia y con todas las garantías a través del simple giro del mando de un grifo se ha convertido en alto tan absolutamente normalizado que impide valorar la importancia que antaño tuvieron en nuestras ciudades –que aún persiste en otras partes del mundo- las fuentes y otras pequeñas infraestructuras hidráulicas como, por ejemplo, los lavaderos.
En el caso de Vigo perviven aún muchas referencias a las antiguas fuentes que proporcionaron agua a generaciones de vecinos: físicamente aún quedan monumentos como la fuente de la Plaza de la Princesa o la del Paseo de Alfonso que, aunque con su aspecto actual no son muy antiguas, si que perpetúan la existencia de afluencias de agua que fueron fundamentales durante décadas para muchos vigueses. La Barroca, O Pracer, Neptuno, los Angelotes o O Galo son nombres de otras fuentes que dieron o aún dan nombre a algunas zonas de la ciudad.
Pero sin duda la más famosa de las fuentes de Vigo es la de la Falperra, a lo que contribuyen dos circunstancias: su monumentalidad y la fama de la calidad de sus aguas. Y sin embargo ambos elementos tienen un importante grado de impostura. La abundancia de su decoración puede hacer pensar que el manantial situado en la confluencia de las calles de la Falperra y Cachamuiña forma parte del paisaje vigúés desde hace mucho tiempo, pero lo cierto es que ni siquiera aparece referenciada en la “Descripción Histórica –Topográfica” que el médico Taboada Leal hace del Vigo de 1840. Posiblemente fueran las recomendaciones de este mismo personaje para que se buscasen mas manantiales en las faldas del Castro lo que facilitara la creación de esta fuente que, enseguida, ganó fama por la calidad de sus aguas, hasta el punto de que se le atribuyeron especiales propiedades para combatir algunas de las epidemias a las que se enfrentó la ciudad a lo largo del siglo XIX y principios del XX. Fueran ciertas o no estás cualidades la verdad es que hoy, y esto es el segundo elemento de impostura en la fama de La Falperra, el agua que brota de sus caños es el mismo que se puede conseguir en nuestros domicilios, puesto que la fuente está conectada desde hace décadas a la red general.
Estas dos circunstancias no restan, sin embargo, valor a la labor realizada por el cantero Raúl Comesaña y el personal del ayuntamiento que en 1965, siendo alcalde Rafael Portanet, se encargaron de la ejecución y el diseño de la fuente tal y como hoy la conocemos. En el centro de un muro de protección del talud en el que se excavó el manantial se construyó un pequeño estanque, que se adelanta de un frontón sobresaliente del resto del muro. Este frontón está coronado por dos cuerpos de grandes volutas entre las que se sitúa un escudo. Un poco por debajo de la mitad de la pared de piedra encontramos el escudo de Vigo y, ya sobre el estanque, y casi exenta del resto del conjunto, hay una gran venera donde se sitúan los dos caños de los que brota el agua, uno de ellos prácticamente cegado en estos momentos. Todo el conjunto está coronado por una especie de pináculo, girado en relación con el resto del plano de la obra, lo que contribuye a dar al conjunto una cierta ligereza, a pesar de la rotundidad y pesadez del granito en que está realizado en su totalidad. Dos bancos en los laterales de la fuente -sobre los que hay sendas losas de granito haciendo referencia a la datación y y autoría de la obra y al agradecimiento de la ciudad al buen agua de la fuente- y su ubicación a la sombra de grandes arboles convierten a este rincón en un buen refugio frente a los rigores del calor veraniego, eso sí,si somos capaces de abstraernos del ruído del constante tráfico de la zona.