El Vigo Vello
Conocí ya en horas bajas por la edad, cuando un infarto cerebral le obstaculizaba el habla, a Pedro Díaz, autor entre otros libros de “La caracola de piedra”, un clásico que te aproxima con el corazón a la vida y obra del Vigo Vello. Pedro fue un “homo didacticus” aún insuficientemente reconocido que quemó lo mejor de su vida enseñando a los que no saben al galope del periodismo, la literatura, la arqueología… Pero en lo que destacó fue en su devoción por andar y ver, como un peregrino de la cultura, por las plazas y calles de la ciudad vieja viguesa. El maestro tuvo una etapa no sé si por los años 60 ó 70 en que organizaba recorridos con niños por el rutero de esta barriada matricial, con el patriótico fin de que los futuros ciudadanos conocieran sus orígenes.
Pedro enseñaba el barrio viejo con sentido reverencial del pasado ¿Conoce el habitante de esos nuevos barrios de aglomeración de hoy el bello e ignorado Vigo de origen, sacado de su decadencia pétrea por la última política de rehabilitación? Ese Vigo que Valentín Paz Andrade dibujaba como de “empinadura verticalizante” entre el Berbés y el Castro, recogido entre las seis antiguas puertas de su muralla y que puede recorrerse de calle en calle, de nostalgia en nostalgia que diría Valentín, parándose en los conjuntos de valor histórico o estético en los que se apagó el ardor de otros tiempos de escudos y linajes.
Entre la Porta do Placer, en la parte alta de la vieja villa, que se abría cada mañana como acceso natural de los labradores de las parroquias circundantes que traían sus productos, y la Porta do Berbés, tras la que se abría la barriada marinera del mismo nombre, auténtico germen urbano de la ciudad, hay todo un entramado de calles en las que una difícil e insoportablemente lenta pero hábil y obstinada labor rehabilitatoria les está devolviendo el esplendor perdido. Es aquel Vigo que estuvo un tiempo encorsetado entre murallas que la esperanza del progreso demolió en 1869 y que hoy muestran, continuando la labor de Pedro Díaz, guías versados en nuestro pasado que bien pudieran ser sus nietos o bisnietos.
Fotografía: Javier Teniente