El Teatro de la Plaza de la Princesa

El aprovechamiento de edificios concebidos originalmente para una función pero que por distintas vicisitudes son reconvertidas para otra es algo habitual en todas las ciudades del mundo. La propia actividad del Consorcio Casco Vello de Vigo  (CCVV) ha impulsado varias de estas iniciativas, como la reconversión en la sede de los Registros de la Propiedad de varios inmuebles de la calle Real, o la próxima rehabilitación de varias viviendas del Berbés como sede institucional de la Universidad de Vigo.

 De hecho, la propia sede del CCVV es un ejemplo de este fenómeno, porque aunque es un hecho desconocido para muchos vigueses el edificion de la Plaza de la Princesa que lo alberga fue concebido originariamente como ¡un teatro!.

Fotografía de la Plaza de la Princesa a principios del siglo XX

 

Norberto Velázquez Moreno.

La idea partió de uno de los prohombres decimonónicos que protagonizaron el desarrollo de la ciudad a principios del siglo XIX: Norberto Velázquez Moreno. Inicialmente pensó en construir el que sería el primer teatro de Vigo en la zona del Areal, pero la falta de socios le animó a reutilizar para este fin dos inmuebles que poseía en las que entonces eran conocidas como plaza de la Alhóndiga (hoy Plaza de la Princesa) y la rúa Antequera (hoy Puerta del Sol). La licencia para lo que primero se conoció como Casa del Teatro y luego Teatro Calderón se solicita en 1830 y dos años después, en 1832, comienza su actividad como centro recreativo que se prolongará durante casi cinco décadas. El propio Norberto Velázque Moreno tuvo su residencia en el edificio, ya que parte del mismo se destinó a este fin.

 Se trataba de un edificio exento, con cuatro fachadas y planta rectangular. Distribuido en dos alturas, contaba con un pequeño vestíbulo, del que partía una escalinata que llevaba al patio de butacas y plateas. Tenía un aforo máximo de quinientos espectadores. No se conoce el nombre de su arquitecto, aunque por la legislación vigente por entonces debió de tratarse de uno de los pocos titulados por la Academia de Bellas Artes de San Fernando  que ejercían por la época en Galicia, ya que los edificios destinados a uso público debían ser firmados por uno de estos licenciados, en continua disputa con los simples “maestros de obra” que ejecutaban una buena parte de las obras que se levantaban en Vigo.

Su desaparición propició el que apenas un par de años se pusiera en marcha el Teatro Cervantes, luego rebautizado como Rosalía Castro, desaparecido tras un incendio en 1910 y sobre cuyo solar se construyó posteriormente el Teatro Cine Fraga.

 

 

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