El Berbés
Sigue siendo a estas alturas de 2015 la recuperación arquitectónica y habitacional del Berbés un reto pendiente, resuelto solo en gran parte aunque contemplada con ilusión en su totalidad. Paseaba yo ayer por ese mundo interior de la antigua marinería y me preguntaba si de los nuevos vigueses alguno sabría nombrar alguna calle de este pintoresco barrio de ramificadas y empinadas rúas bautizadas con nombres “mareriros” que deberían recorrerse con emoción casi litúrgica. Esa calles del viejo Berbés que ascendía entre redes tendidas al sol y aromas de sal, brea y alquitranes por Peñasco, la Anguila, Pez, Pobladores, Peligros, Pescadores, Rúa Alta… o la principal de todas, la Real.
Ese Berbés antes de pesqueros y traineras acoderadas ante los peinaos, hasta hace más de un siglo un arenal insalubre y de olor hediondo por los restos del pescado que allí se descargaba, hoy comido al mar y ocupado por una plaza cuyo diseño es objeto de polémica para los vigueses. Esos mismos peinaos en que algunas de sus viviendas matriciales esperan resolución rehabilitatoria, recientemente pactada en el meollo de las mismas con la Universidad de Vigo.
Superada la loca deriva que tuvieron en los 80 sus calles ascendentes, llenas de baretos de cierre tardío, ruidos imposibles y drogas, hoy se abren poco a poco remozadas con locales de vida más cauta, digna y moderada. Y aquellos viejos bares del Vigo antañón y marinero con mesas de hule, de los que salían aromas sardineros van siendo hoy ocupados por otros en que a la cocina primitiva sustituye otra más culta y elaborada, sea de pinchos o emplatados.
Si se pone imaginación aún resuenan en ese Berbés pintado por Souto, Carlos Sobrino, Urbano Lugrís, Manuel Torres, Bustamante…, pasada la calle San Francisco, los gritos de los bañistas en lo que fue la cercana playa de San Francisco, donde se construyó otrora la Casa de Baños sobre una especie de palafito neolítico, entre envigotados señores que según Pedro Díaz vestían trajes de baño con decoración de rayas, mangas y cuellos muy subidos y perneras hasta las rodillas.
Fotografía: Javier Teniente