Los mosaicos de Padrós: un patrimonio casi desconocido del Casco Vello

La Iglesia Colegiata de Santa María de Vigo ha sido ya objeto de alguna entrada en esta página web, en la que se destacaron la sobriedad de su diseño y la simplicidad – que no simpleza- de sus líneas tanto exteriores como interiores. Sin embargo, quienes habitualmente acuden a los oficios religiosos que en ella se celebran, o aquellos menos piadosos pero que se interesan por el patrimonio artístico de nuestra ciudad se sorprenden por la existencia en la zona que rodea a su prebisterio de unos monumentales mosaicos, que rompen con la sobriedad dominante en los edificios neoclásicos. Son obra del considerado, sin duda, como el mejor representante de esta disciplina artística en el siglo XX,  el catalán Santiago Padrós  i Elías (1918-1971).

La primera referencia que se suele encontrar de este artista es que es el autor de los mosaicos que decoran la cripta del Valle de los Caídos- realizados en 1951-, pero lo cierto es que su obra recoge una profusa cantidad de realizaciones en numerosos puntos de nuestro país, mayoritaria, aunque no exclusivamente,  de temática religiosa .  Padrós, que se había licenciado en Filosofía y Letras, pero que desde su juventud siempre manifestó un gran interés por las disciplinas artísticas, descubrió su vocación musivaria (denominación que se dio por los romanos a la construcción de mosaicos, que consideraban que sus autores debían estar verdaderamente tocados por las “musas”, dada su complejidad) durante una estancia en Italia en 1947, que incluyó una visita a Rávena, ciudad muy vinculada a esta arte.

Su estilo se caracteriza por una indudable monumentalidad  y la geometralización de las figuras y el paisaje, características evidentes en los paneles que se comenzaron a instalar en Santa María en 1964. Se trataba de un plan iconográfico completo, centrado en torno a la importancia de la Cruz, pero el proyecto quedo inconcluso, primero por las demoras en su realización a causa de la falta de presupuesto y finalmente por el  fallecimiento en accidente del artista en 1971. Los mosaicos finalizados recogen diversos aspectos bíblicos (el árbol de la vida, en el centro, tras la Cruz del Cristo que preside la Iglesia; la expulsión del Paraíso y la Anunciación, a la derecha y a la izquierda  respectivamente del paño central), así como escenas relativas a la historia del Cristo de la Victoria y dos enormes ángeles en los pilares del arco central, que tienen a sus pies alegorías de las ciudades de Constantinopla y Jerusalén, lo que se interpreta como una llamada a la reconciliación de las religiones. 

Su inclusión en las paredes de la Iglesia levantó alguna polémica entre los que consideraban que rompía con la sobriedad originaria del templo, algo que casi siempre se produce cuando se incorporan nuevos elementos a obras ya consolidadas como ocurrió, por ejemplo, con la inclusión del transparente de la Catedral de Toledo en el siglo XVII o, más recientemente, con  la capilla decorada por Barceló en la Catedral de Palma de Mallorca; no obstante, la calidad de la obra y su singularidad justifican sin duda tanto su presencia como su conocimiento y divulgación entre los vigueses y quienes se acercan a conocer nuestra ciudad.

 

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