Eugenio Krapf: el vínculo de Vigo con «La Celestina»
Vigo, 15-05-2019.- De casi todos es bien conocida la relación de Vigo, más en concreto del Casco Vello, con uno de los hitos de la bibliografía gallega: la edición y publicación en los talleres de Compañel de la primera edición de una de las claves de la lengua gallega: los “Cantares Gallegos” de Rosalía de Castro. Pero, sin duda, es mucho menos sabida la existencia de otra joya bibliográfica que fue creada en nuestra ciudad, no demasiado lejos de las fronteras de su barrio original: la edición conmemorativa del IV centenario de “La Celestina”, realizada por el impresor suizo Eugenio Krapf ( Kraff en numerosos documentos y referencias).
Este editor helvético trabajó en varios puntos de España, especialmente en Sevilla, hasta que en las postrimerías del siglo XIX recaló en Vigo donde, en la calle Policarpo Sanz, fundó una papelería-librería que, entre otras actividades, alcanzó una importante fama en su época gracias a la colección de postales de nuestra ciudad y de otros puntos de Galicia que puso en circulación. Debemos situarnos en aquellos años finales de la decimonovena centuria, cuando la fotografía no era ni mucho menos una actividad tan accesible cómo lo es ahora y, por tanto, estos conjuntos de imágenes de los principales atractivos de cada zona eran tremendamente populares. A ellas les debemos mucho del conocimiento exacto de pueblos y ciudades de todo el mundo a finales de aquel siglo y principios del siguiente.
El caso es que, además de esta actividad, Eugenio Krapf decidió acometer en 1899 una nueva edición de la obra que marcó el origen de la literatura renacentista en España: “La tragicomedia de Calixto y Melibea”, popularmente conocida como “La Celestina”. Pero, en lugar de limitarse a una mera reedición, el librero buscó una obra de mucha más calidad y que se ciñese al espíritu inicial del texto , que en el transcurso de los varios siglos transcurridos desde su aparición se vio mutilada y alterada en varias de sus reediciones, por aquello de los pasajes que no encajaban bien con el espíritu inquisitorial que marcó durante decenios la historia de nuestro país (ya decía Cervantes aquello de que sería «un libro divino si ocultara mas lo humano»). Tampoco ayudaron las consideraciones comerciales de algunos de los impresores de la obra, bastante poco respetuosos con el texto original a la hora de ajustar sus dimensiones a sus presupuestos, para lo cual no tenían reparos en suprimir o modificar pasajes o incluso capítulos enteros.
Cuidado formal
Eugenio Krapf se planteó entonces una obra crítica, que partiendo de la base de la edición publicada en Valencia en 1514 –por no poder disponer de la primigenia aparecida en Burgos-, abordara los problemas historiográficos y de autoría que desde el mismo momento de su publicación arrastraba esta cumbre de las letras españolas. Para eso no regateo medios: contó con la colaboración del filólogo Menéndez Pidal, aunque tuvo que abandonar el proyecto por otros compromisos; incorporó el estudio crítico de Menéndez Pelayo sobre la obra, que se convertiría en casi canónico durante mucho tiempo; introdujo una exhaustiva lista de la ediciones y estudios aparecidos sobre la obra y, en lo formal, se preocupó por ofrecer una obra exquisitamente cuidadosa en lo tipográfico.
Por desgracia el empeño puesto en la calidad de esta iniciativa parece ser que no se vio recompensado con el éxito editorial. Pero eso no es óbice para que, aunque ya hayan transcurrido más de cien años desde la puesta en marcha de este, para su época, titánico esfuerzo, aun conserven toda su validez las laudatorias palabras que Menéndez Pelayo dirigió a aquel humilde editor que, desde un rincón de Galicia, marcó un hito de la bibliografía de las letras de nuestro país: “Mil plácemes, pues, al señor Krapf. Sí un impresor alemán y avecindado en Burgos, Fadrique de Basilea, enriqueció por primera vez la literatura española con esta joya en las postrimerías de él siglo XV, otro impresor y editor alemán, en las postrimerías de él siglo XIX, paga generosamente la hospitalidad de nuestra patria, volviendo a dar digna y decorosamente vestidura a la obra maestra de la comedia realista española».
Nota: este esforzo non pasou desapercibido, afortunadamente, para os vigueses e Eugenio Krapf, que faleceu en Vigo en abril de 1903, conta desde hai anos cunha rúa, próxima ó estadio de Balaidos en recoñecemento ao seu labor como editor e publicista da nosa cidade.